domingo, 29 de abril de 2012

El Club Allard: dos estrellas bien merecidas


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En casa, por nuestros cumpleaños, nos gusta regalarnos cenas en lugares donde no se va a tomar el menú del día, que por cierto cada vez está más cercano, en precio, a menú de fin de semana.
La dificultad está en que entre semana solo podemos quedarnos en Madrid, así que toca sacar lo mejor de la ciudad.
Por buen consejo de Bea descubrí la existencia de El club Allard. Incluso entre la mayoría de los sibaritas es un lugar desconocido.
Sin embargo en 2011 le concedieron la segunda estrella michelin.
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Por la red se puede encontrar toda la información necesaria sobre el restaurante y sobre su chef, Diego Guerrero, un cocinero joven y apasionado por su trabajo que sale mesa por mesa a tomar nota del menú y, al final de la comida, vuelve para saber si todo ha sido de agrado. Una tontería para algunos pero, personalmente, me encantan estos detalles.
El resto del servicio es fantástico, a la altura del lugar, un local dentro de un edificio al que nunca pensé que entraría, en la esquina de la calle Ferraz con la plaza de España. Antes club privado, aunque ya es de libre acceso, ninguna indicación muestra que ahí hay un restaurante.
Mi dificultad, la de escoger los platos, aquí se minimiza: solo hay tres menús, dependiendo del hambre que se tenga.
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¿Cómo transcurre la comida?
Nada más llegar se ofrece un aperitivo, traen una salsa sin mas cubiertos. Una se pregunta ¿me la bebo o qué? Pero tras un silencio muy apropiado, se nos indica que la tarjeta que tenemos delante es comestible.
Primera sorpresa de la noche.
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Tras servirnos el cava aparecieron los snaks y las entradas.
Mini Babybell de camembert truffé: tapa que fue ganadora de galardones en su día y por ello sigue en carta, de lo cual me alegro.
Tapa de pez mantequilla: se sirve sobre un quemador de aceite con una vela que da calor a la tapa.
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Torrija de pan tumaca con sardina en aceite: impresionante desde la presentación (como todos los platos) puesto que hay que sacar la sardina del bote con aceite.
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Raviolis de alubias de Tolosa en infusión de berza: qué buenos pueden estar los alimentos que de pequeña me producían un "aaaaaarj".
Huevo con pan y panceta sobre crema ligera de patata: "en el pot petit hi ha la bona confitura", vamos que en un pequeño bocado se concentran muchos sabores.
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Llega el pescado: Mero al horno, ajoblanco de ajo negro, caldo de sus espinacas y pu-erh (té) de naranja.
Y la carne: Taco de liebre estofada con falso chile y guacamole.
Tanto carne como pescado, estupendos.
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Llegan los postres. ¡¡Son increibles!!
Maceta de sacher con jenjibre... adornada con una flor comestible con aroma a frutos rojos.
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La pecera... con todo lo que tiene que tener una pecera de dulces. Indescriptible.
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El huevo poché que salvo a huevo, tiene sabores fabulosos afrutados.
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Y como colofón, un detalle para el cumpleañero que se muestra en la primera foto, donde se incluyen conchas con sabores cítricos.
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Creo que me he excedido con los adjetivos de admiración pero no es para menos. El mejor restaurante de cocina creativa en el que he estado, junto con Can Fabes en Sant Celoni.
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PD: las fotos, exceptuando la del cumpleañero, las he tomado de la web del restaurante. A petición del homenajeado me limité a disfrutar de la cena, pero no quería dejar esta entrada sin una muestra de lo que se sirve en El club.
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