jueves, 19 de enero de 2012

Cheese bar, momento ratón

Con motivo del cumpleaños de un buen amigo, fuimos a cenar al Poncelet cheese bar, restaurante especializado en quesos que se ha puesto de moda en los últimos meses. No soy muy amiga de los restaurantes que están a la última, más que nada porque suele ser difícil reservar con poca antelación y, al llenarse, acostumbra a bajar la calidad, tanto del servicio como de los productos.
Y una vez más se me demostró que no existen verdades absolutas: fue todo un éxito.

Para empezar, me gustó el local. Luz agradable, gran distancia entre las mesas y espacio diáfano que no convierte las conversaciones grupales en el ruido de una lonja en hora punta.
El servicio, fantástico. Me han hablado de malas experiencias con el servicio en este restaurante, pero ese es el inconveniente de ir en sábado. Al ir en martes no tuvimos problemas, a pesar de estar todas las mesas ocupadas.
Los camareros son profesionales: atentos a las carencias en la mesa, serviciales y conocedores de la materia. Saben recomendar y, cuando trajeron las tablas de quesos, disfrutamos de la descripción de las características principales de cada queso.

Pero allí fuimos a comer, así que ¿qué hay de la comida?
Por supuesto, al ir a un cheese bar, nos olvidamos de todos los plantos carentes de queso. Y al ser tres, decidimos compartir desde el entrante hasta el postre.
Y así fue como nos decidimos por unas croquetas de queso de cabra, sabrosas pero nada pesadas, ni en sabor ni al estómago.


(Sí, soy consciente de que en la foto falta una croqueta, pero hay que ponerse en la nariz y en los ojos de los allí presentes, vivimos una invasión sensorial...)
Seguimos con dos tablas de quesos que no solo recibieron explicación por parte de la camarera, si no que también venían acompañadas por una ficha, en la cual se detallaban las características tales como país de elaboración, origen y tipo de leche e intensidad de sabor.



Las tablas son muy completas, contienen desde quesos suaves hasta quesos fuertes que obligan, al menos a mi, a acompañar con pan. A todo esto, el pan servido era de distintos tipos y todos muy buenos, algo cada vez más raro en los restaurantes de la ciudad.


Como postres no podía ser otra que una tarta de queso. Se nos aconsejó la tradicional para no empacharnos. Muy buena y suave.


En cuanto a la bebida, esta vez no nos decantamos por el vino. Cierto que vino y queso maridan muy bien pero entre semana no nos podemos exceder, estamos mayores.
Me doy cuenta de que todo lo dicho ha sido positivo. No es que sea conformista o que, por ser el primero, empiece más benévola. Simplemente, no encontré ningún pero al local. Es más, me sorprendió gratamente puesto que no había estado nunca en un restaurante especializado en quesos.
Así que si alguien ha estado en un cheese bar, sea donde sea, y lo recomienda, que no se prive y nos lo haga saber.
¡Buen provecho!

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